EVALUACIÓN EDUCATIVA
Bordeando el concepto de evaluación educativa
Parece que en la naturaleza racional del hombre se encuentra inmerso el enjuiciamiento
acerca de su entorno. No por casualidad existen la maledicencia y la
“benedicencia”, antítesis entre sí y la última considerada como una virtud y muy
ligada a la “caridad”. Plantear que alguien, e incluso nosotros mismos, ha actuado
con maledicencia o con benedicencia, ¿no es una forma de juicio moral? Si rastreamos
el concepto evaluación, lo encontraremos en las Sagradas Escrituras, y no
en pocas ocasiones, por mencionar un origen algo remoto.
Considerando el verdadero significado de la palabra, es decir, su etimología,
tenemos que evaluación (el acto de señalar el valor de una cosa) procede del antiguo
francés value: valor, participio pasado de valoir: valer; y éste proviene de
valere: ser fuerte, tener valor. Como bien sabemos los hispanoparlantes, el sufijo
de sustantivos verbales “-ción” significa acción y efecto; sin embargo, también
puede denotar objeto y lugar (Aznar y Alarcón, 2006). De esta manera es posible
comprender que el término evaluación hace referencia a la acción y efecto de evaluar, lo
cual nos remite a valorar cuán bueno o malo es el “objeto” evaluado, considerando
desde luego “objeto” en sentido figurado y no denotativamente.
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